
Revista Qué Pasa publica columna de opinión de Salud Mental Funcionaria: «Los buenos y buenas también sienten y se cansan»
Luis Castillo Acuña, referente de Salud Mental Funcionaria del Departamento de Calidad de Vida Laboral del Servicio de Salud Metropolitano Sur Oriente, expuso en el semanario Puente Alto Al Día, en el programa radial Contigo y en una columna de opinión de su autoría, publicada en revista Qué Pasa de www.latercera.com, sobre el estado emocional colectivo por el que atraviesa la población funcionaria de los establecimientos de salud, dado el contexto país y pandémico.
En estas publicaciones se aborda la importancia de concientizar y sensibilizar a la población usuaria acerca del sentir colectivo que experimentan los equipos de salud y su relación mutua:
En un comienzo, a la población funcionaria le asistió como tonalidad emotiva colectiva el miedo a resultar contagiados y propagar la enfermedad a los suyos. La culpa por ser fuente de contagio y someterse a la realidad de duelos, dejando de sostener la ilusión de controlabilidad de la vida de otras personas.
La emoción que se presenta en la actualidad es el miedo, pero esta emoción ya no se encuentra asociada a la enfermedad, sino de temer convivir con la constante amenaza y la mayor exposición a agresiones de sus propios usuarios pacientes, quienes hasta hace poco reconocían con himnos alentadores la labor sanitaria. De este fenómeno y situaciones de agresiones resultamos testigos y espectadores en primera fila a través de los distintos medios.
En la actualidad la comunidad funcionaria, los tratantes, funcionarios y funcionarias de salud, como se les llame, se les podría configurar con el arquetipo figurativo y simbólico de sanador/a que se encuentra herido/a, y que por una parte prodiga apoyo y ayuda pero que también simultáneamente necesita descansar, y recibir reconocimiento en la forma de respeto y gratitud con quien tiene una relación inextricable, la comunidad usuaria, es decir, de los y las pacientes. Los trabajadores de la salud pueden experimentar heridas, en sentido metafórico y en qué medida se transforma en un desafío humanizador este reconocimiento.
¿Cómo despertamos “la compasión” de la comunidad usuaria hacia las personas que trabajan en salud?; ¿Cómo cultivamos autocompasión en quienes hacen de la ayuda el centro de sus vidas?
Necesitamos generar mutualidad, de ayudarnos recíprocamente, comenzando por reconocer la experiencia de daño semejante que se ha vivido en el contexto pandémico.
En este marco relacional, se hace necesario que las personas que trabajan en salud reconozcan el eco de la empatía. Que el sanador/a, tratante o funcionario de la salud comprometido, asuma que puede ser también él o ella un ser herido/a y por lo mismo, reconozca la necesidad de aquel a quien debe y quiere servir o ayudar, esto es, los pacientes.
De la comunidad usuaria, solicitarles hacer abandono o soltar la demanda social rígida hacia las personas que trabajan en salud, dejando de pensarlas como referentes de excelencia, encuadradas en un rol, concibiéndoles como siempre capaces, en tanto tratantes, como personas que saben gestionar todo tipo de dificultades relacionales con los pacientes y por consecuencia, como estables y controladas emocionalmente; vale decir, dotándolas de humanidad y de vida interior más allá de su rol a desempeñar.
Que tengan la capacidad de preguntarse o tener en mente la mente (pensamientos, emociones, vivencias) de la población funcionaria. Por ejemplo:
¿Cuál es el estado de ánimo predominante de nuestra comunidad funcionaria, o de los diferentes equipos de salud?
¿Cómo en tanto usuarios del sistema estiramos nuestra empatía para sintonizar con sus legítimas necesidades?
¿Quién existe o está detrás de ese uniforme, rol o mesón de admisión, cuando transita a su vida personal y familiar?
Estas preguntas y sus respuestas no apuntan al victimismo de las personas que trabajan en el ámbito de salud, sino simplemente, a validar su mundo emocional, puesto que se asume como principio vital la humanidad compartida, “Todos estamos en búsqueda de lo mismo”. Esto quiere decir que los seres humanos somos iguales en que compartimos un grado de vulnerabilidad: Todos poseemos la capacidad de sufrir y querer liberarnos del sufrimiento para buscar ser felices, por lo tanto, estamos empatados existencialmente.
En la entrevista se realiza una invitación a una ética relacional marcada por humanizarnos mutuamente, donde experimentemos la vulnerabilidad, y nos permitamos “con-mover” con el otro, en tanto comunidad funcionaria de salud y comunidad usuaria recíprocamente.
De parte del personal de salud, cuando recuerda que paciente es el que “padece”; donde paciente es aquella persona que sufre de dolor y malestar y, por ende, solicita asistencia médica. La palabra paciente es de origen latín “patiens” que significa “sufriente” o “sufrido”.
De parte de la comunidad usuaria cuando asume que también quienes trabajan en el ámbito de salud son seres sintientes y relacionales. Así como las personas usuarias del sistema de salud en su estatus de pacientes resultan atribuladas por algún padecimiento que sufren, también la comunidad funcionaria que les atiende se ha visto fragilizada, está sufriendo agotamiento, necesidad de verdadero reconocimiento en su labor y, a su vez, miedo hacia quien le brinda ayuda.
En definitiva, se busca una empatía mutua a partir de reconocer las vulnerabilidades compartidas.