
Unidades Residenciales de Adicciones del Complejo Hospitalario San José de Maipo proporcionan terapias para tratar estas problemáticas en usuarios de la Red Pública de Salud Sur Oriente
Las Unidades Residenciales de Adicciones (femenina y masculina) del Complejo Hospitalario San José de Maipo disponen de terapias especializadas para usuarias y usuarios afectados por esta problemática en las siete comunas de la Red Pública de Salud Sur Oriente, donde se les brinda un apoyo más intensivo, profundo y de dedicación exclusiva por un periodo de entre seis y ocho meses.
Luego de que estos usuarios manifiestan interés en ingresar a una de estas unidades residenciales- habiendo recibido tratamiento en un COSAM, pero sin haber logrado suficientes avances, como cesar el consumo- se inscriben en una lista única para toda la Red Sur Oriente, a la espera de un cupo. También son derivados desde las unidades de corta estadía de los hospitales. El ser aceptado en el programa dependerá de la motivación que tenga el usuario o usuaria por tomar control de su adicción, de los compromisos que voluntariamente adquieran y de otros requisitos, los cuales son revisados rigurosamente durante una entrevista personalizada, que puede ser online o presencial.
Estas Unidades Residenciales cuentan con un equipo multidisciplinario de especialistas, que trabajan coordinadamente para responder a las necesidades de sus usuarios y usuarias. Están integradas por psicólogos, terapeutas ocupacionales, médicos (general y psiquiatra), paramédicos, administrativos, trabajadores sociales y profesores de Educación Física, Repostería y Agronomía.
En este contexto, Isaac Bustos Rivas, psicólogo clínico y jefe de las Unidades Residenciales de Adicciones, explicó que «este programa comenzó en el Complejo Hospitalario San José de Maipo en 2004, como parte de un convenio suscrito entre el Consejo Nacional para el Control de Estupefacientes (CONACE), actual SENDA, y el Servicio de Salud Metropolitano Sur Oriente, su patrocinador; brindando originalmente atenciones a seis usuarios masculinos, para luego dar un salto a 16, en 2012. Posteriormente, en 2013, se creó la Unidad Residencial Femenina con seis usuarias, para doblar su número al año siguiente, alcanzando su capacidad máxima. En el caso de los varones, se dispone de treinta cupos totales».
Renata Marín, terapeuta ocupacional y coordinadora de la Unidad de Adicciones Femenina, detalló que actualmente «atendemos a personas que tienen trastornos por dependencia a múltiples sustancias, ya sea alcohol u otro tipo de drogas, con un compromiso biopsicosocial de moderado a severo, con antecedentes de consumo a nivel familiar, que están inscritos en el Fondo Nacional de Salud (FONASA) y que tienen una alta vulnerabilidad social».
«En ambas unidades, se brinda un tratamiento de rehabilitación integral por consumo problemático, intentando recuperar las habilidades que se han visto afectadas por el consumo mismo, como las cognitivas, sociales, regulación emocional y del ámbito físico, a través de atenciones individuales y talleres grupales. Además, cuentan con una cobertura de alimentación y salud que incluye varias prestaciones de Atención Primaria, entre ellas, matrona, dentista, entre otras», complementó la profesional.
Por otro lado, Isaac Bustos agregó que «se realiza también un acompañamiento al usuario y una regularización, en el caso de que estén con licencia médica, con una situación judicial familiar donde hay medidas de protección a favor de sus hijos. En este caso, hacemos un seguimiento y reportamos en qué se encuentra el proceso, sus avances, pronóstico y trabajo familiar, donde se le da un espacio de intervención sólo para las familias, a modo de problematizar el fenómeno de adicciones y cómo se trabaja con un familiar cuando tiene una enfermedad adictiva. Entonces, desde ahí, hacemos un trabajo de entrenamiento con la familia».
«Generalmente los usuarios llegan aquí desmotivados de hacer actividad física, no van con ellos. Entonces hay que volver a reeducarlos en Educación Física. Hay que ayudarlos a que le encuentren un sentido, a que vean sus beneficios. Que vuelvan a realizar trabajo aeróbico, mejorar su capacidad cardio respiratoria, su tono muscular, su movilidad, rangos de movimiento, elongar, fortalecer la autoestima, que vean sus avances y lo que pueden lograr por medio de una mejor condición física. Así les cambia el ánimo, se sienten con energía», sostuvo el profesor de Educación Física, Juan Pablo Mena Rojas.
Por su parte, el Dr. Carlos Moya, médico general, quien se unió al equipo hace diez años, desempaña una labor clave al enfrentar el síndrome de abstinencia en los beneficiarios que se vienen integrando al programa, uno de los principales desafíos durante el primer mes de tratamiento. «Los apoyamos con fármacos, porque la mayoría llega con un consumo del día anterior, para que no se sientan tan mal, mientras transcurre esa primera fase. Muchos tienen enfermedades que desconocían o eran diabéticos y estaban en una situación de abandono. Muchas veces las adicciones se relacionan con problemas médicos. Por ejemplo, una persona que tiene una depresión o un trastorno de ansiedad, recurre a las drogas o al alcohol, como una automedicación, para encontrar una solución y esto lo puede llevar a una adicción. Entonces, paralelo a la adicción, hay que tratarles el problema médico asociado».
En este marco, Christian Butrichi, trabajador social y coordinador de la Unidad Residencial Masculina, afirmó que su equipo de 19 personas «trabaja estableciendo objetivos terapéuticos para los 28 usuarios que actualmente reciben un tratamiento residencial a raíz de una adicción crónica, la cual deben seguir controlando una vez que egresen. Entre el 30 y 40% logra este objetivo».
Carlos, un usuario del COSAM de La Florida, acaba de egresar de la Unidad Residencial Masculina, después de casi siete meses de tratamiento y luego de lograr estabilizarse, en el marco de su problemática de salud: «Perder un hijo, durante el consumo, me motivó a tratar de recuperarlo, participando de este programa. Aprendí que tenía que estar bien primero, para poder estar con él. Aprendí a quererme, a aceptar lo que pasó y poder vivir con eso tranquilo. Gracias a esta motivación pude seguir todas las terapias, todo el tiempo que estuve acá con mis terapeutas, aprovechar todo lo que me entregaron y salir fortalecido para enfrentar la vida, y de una manera distinta».
«Los invito a que se den la oportunidad de querer un cambio en la vida, de crecer como personas, de conocer gente, de aprender más de la vida. Este programa está disponible para todos y hay que aprovecharlo», concluyó Carlos.