Menú Principal
21 de diciembre de 2019

Niños del Centro de Rehabilitación Auditiva Infantil del Hospital Sótero del Río reciben su alta terapéutica en emotiva ceremonia de graduación

A Maite, Sofía, Heber y Joaquín los une un evento especial: su graduación del Centro de Rehabilitación Auditiva Infantil (CRAI). Un día significativo para sus vidas ya que, tras años de arduo trabajo, de férreo compromiso, de avanzar y retroceder en su proceso de rehabilitación, de acudir periódicamente a sus terapias finalmente llegaron a la meta: su alta terapéutica.

Graduación significativa no sólo para estos niños, sino también para el equipo que acompañó el proceso de cada uno de ellos por años. También porque, aunque el CRAI inició su trabajo en 2011, es segunda vez que se le da el alta a una promoción de “pacientitos”. El 2018 fue la primera y se graduaron ocho niños.

Para Claudia Sepúlveda Caro, Fonoaudióloga y Coordinadora del CRAI, el alta terapéutica es un logro colectivo, donde el paciente, sus familias y el equipo son fundamentales para obtener buenos resultados.

“Una graduación en el CRAI es un orgullo y un logro para el equipo profesional y para las familias. Generalmente los niños llevan años de rehabilitación, es un proceso largo, con altos y bajos. Ellos llegan acá implementados auditivamente, ya sea con el audífono o el implante, y pasan desde no escuchar nada o sonidos con mucha intensidad y graves, a detectar, discriminar, identificar, reconocer y comprender estas señales para construir un vocabulario, y para ese vocabulario expresarlo de manera verbal”, explica la profesional.

Al Centro de Rehabilitación Auditiva Integral de nuestro Complejo asisten actualmente 60 niños de diversas edades, con distintos diagnósticos e implementación (audífonos, implante coclear), que son atendidos por un equipo multiprofesional compuesto por una pediatra, cuatro fonoaudiólogos, dos terapeutas ocupacionales, dos educadoras diferenciales, un musicoterapeuta, una psicóloga, y una trabajadora social.

El modelo de intervención es integral – explica Sepúlveda – por eso al momento de evaluar el alta de un paciente se conversa y analiza con todas las áreas que son parte de la rehabilitación.

“Nuestro indicador de alta es cuando el niño logra el máximo desarrollo de habilidades auditivas o en algunos casos cuando llega a una meseta, si hay un diagnóstico asociado. Se llega a un consenso por parte del equipo”, agrega.

La graduación es un hito en el proceso, pero no implica que el niño o niña no asista nunca más al Centro. De hecho “nuestras altas terapéuticas consideran un seguimiento anual, donde citamos al año después de egresados del CRAI para ver cómo va la parte del lenguaje, la parte educativa. Hacemos una evaluación completa”, detalla la coordinadora. Por otro lado, los niños deben seguir con sus controles con el otorrino.

A pesar de lo anterior, el vínculo que se genera entre el equipo, los pacientes y sus familias es tan fuerte que el solo hecho de no acudir regularmente al Centro, de no verse cotidianamente, genera una sensación de nostalgia y emoción.

“Se producen sentimientos encontrados porque por un lado es la felicidad de que el niño logra su objetivo terapéutico, pero por otro lado la parte más emotiva, el desapegarse”, expresa Claudia Sepúlveda Caro.

Similares sentimientos comparten Heber Saldías Soriano de 13 años y Maite Cancino de 8, que ven con emoción, y a la vez gratitud su partida del Centro de Rehabilitación.

Para Heber su vínculo con el CRAI comenzó hace seis años. Llegó con un diagnóstico de hipoacusia bilateral severa, siendo usuario de audífonos pediátricos.

“Antes del CRAI era un niño callado, y al ingresar el primer año no me fue tan bien, pero al pasar el tiempo fui aprendiendo más y más. Lo que me han enseñado es a hablar bien, tener más equilibrio, pensar mejor, crear más historias como poemas, cuentos”, narra el adolescente sobre su proceso de rehabilitación, y agrega que lo que “más me gustaba del CRAI eran las clases, todas las disfrutaba porque eran entretenidas y aprendía”.

Para Maite Cancino el tiempo de rehabilitación fue de tres años. Llegó con diagnóstico de hipoacusia neurosensorial bilateral moderada, y siendo usuaria de audífonos. De hecho, la noticia de su alta tomó por sorpresa a su madre, Yanina Durán.

“Pensábamos de primera que iba a ser harto tiempo más”, que confidencia que cuando supo, Maite se puso triste y le dijo que quería seguir asistiendo al CRAI.

Sobre su graduación, la infante comenta que “me entregaron chocolates y un diploma porque me voy a ir de este CRAI. Estoy contenta de graduarme y del baile que hicimos. Lo que aprendí es a escuchar bien y me divertí mucho porque hay muchas cosas para aprender”, comenta.

Además, envía un mensaje al equipo “Quiero decirles que las quiero mucho, que las voy a extrañar porque me voy a ir del CRAI, y las voy a venir a ver”.

También Heber entrega un saludo “a los que me ayudaron a hablar, que les agradezco mucho por la ayuda que me han dado durante estos años que estuve en el CRAI, porque pude avanzar mucho más, y gracias a mi mamá que me trajo todo el tiempo que pudo y me ayudó mucho”.

Palabras de agradecimiento y cariño envío al equipo Ingrid Soriano, mamá de Heber, que reconoce que “gracias al Centro ahora lee bien, conversa, él es un niño integrado, va al colegio, pasó a octavo básico con buenas notas, comparte con todos sus compañeros. Acá le enseñaron a ser sociable, buena persona; entonces yo me siento orgullosa de mi hijo, del centro de rehabilitación, yo sé que nunca los voy a olvidar, y los voy a llevar siempre en mi corazón, gracias a ellos mi hijo es quien es ahora”.

Los otros dos niños que se graduaron fueron Sofía Machuca de 10 años, implementada con un implante coclear y un audífono, con diagnóstico de hipoacusia bilateral profunda; y Joaquín Carquín de 13 años, con hipoacusia bilateral moderada, usuario de audífonos pediátricos y seis años de rehabilitación.

Fuente: Hospital Sótero del Río